Para todos los que crecimos jugando con los bloques armables de LEGO, la idea de ensamblar un aparato que contenga sólo las piezas que necesitamos y haga la función que deseamos no parece tan disparatada.
Uno de los temas más problemáticos con los que nos estamos enfrentando actualmente es el de la cultura del throw-away. La tecnología está avanzando tan rápido que una computadora, un celular, una tableta e incluso un sistema operativo queda avejentado en menos de dos años. Claro, esta «percepción» a la que nos está forzando la mercadotecnia es sólo parcialmente cierta; la realidad es que las cosas han sido diseñadas para caducar.
A una compañía como Apple, Samsung o HTC le es mucho más rentable venderte su último modelo de smartphone cada año o cada dos años que hacer una pieza de tecnología tan duradera que sólo la vendan una o dos veces en todo tu ciclo activo de consumo.
Aunque este problema es en esencia uno de índole económica, todas las fuerzas del mercado están dispuestas a favor de la rentabilidad, no de la sustentabilidad a largo plazo. Y gracias a esto en los últimos 30 años la cantidad de basura electrónica se ha convertido en un asunto de proporciones épicas —uno que a los intereses económicos no les interesa atender—.
En 2002, el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto estadounidense William McDonough publicaron Cradle to Cradle, «de la cuna a la cuna». Este libro es una declaración abierta contra los sistemas de producción actual donde no se toman en cuenta factores como la ética, la ecología, el hecho de que los materiales son finitos en este planeta, el hecho de que la expansión permanente del mercado es imposible, así como otras consideraciones que quedaron estipuladas en Los Principios de Hannover.
En un capítulo de su último libro The Upcycle (secuela de Cradle to Cradle, editado este año), McDonough y Braungart mencionan que de así quererlo, los fabricantes de tecnología podrían hacer aparatos escalables donde sólo tendríamos que reemplazar aquel elemento cuya tecnología ha caducado. Y parece que finalmente alguien se ha puesto manos a la obra, al menos con poner la idea allá afuera y buscar el apoyo de miles de posibles compradores para demostrarle a las compañías de tecnología que hay interés por este tipo de productos.
Phonebloks es hasta ahora una idea, una idea que de llevarse a cabo lograría conjuntar la tecnología de las mayores firmas que manufacturan celulares para crear el smartphone ideal. Dave Hakkens, el diseñador de Phonebloks, ideó una manera en la que cada componente del teléfono es un sistema en sí mismo. Las partes se ensamblan a una tarjeta madre y su forma de bloques nos permite colocar y reemplazar las piezas cómo y dónde queramos. Por decir, si eres de aquellos que tienen pocas posibilidades de recargar el teléfono en un mismo día, podrías equiparte una batería más grande, o si gustas de sacar buenas fotos, podrías equiparte una cámara más potente (que utilizaría más espacio en la base).
El proyecto se encuentra actualmente en thunderclap que es una especie de kickstarter pero donde en vez de aportar dinero, se busca el apoyo aplastante de la gente para demostrar el interés público por un proyecto. Si Phonebloks alguna vez verá la luz del día es todavía un misterio, pero ya se está llegando a los 250 mil partidarios y la campaña apenas lleva unos días. ¿Te gustaría apoyar este proyecto? Dirígete a thunderclap y únete a los backers utilizando tu red social predilecta. La idea vale la pena, o, ¿tú que opinas? Cuéntanos en los comentarios.
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