En la historia reciente de la música contemporánea hemos visto varios casos de gente que sobresale por su excentricidad, originalidad y creatividad. Se distinguen por encima del resto de tal manera que se vuelven figuras a las cuales los demás siguen casi instintivamente. Ejemplos como Steven Wilson, Mikael Åkerfeldt, Devin Townsend, o Trent Reznor, por mencionar sólo algunos, nos demuestran que hay personas que pertenecen a una liga de músicos preternaturales quienes son fuentes inagotables de talento. Aunque claro, pertenecer a esta liga de músicos dictatoriales te obliga a ser autoritario y absolutista, ya que aunque en ocasiones se tiene que trabajar con otros músicos, ellos están ahí para ejecutar tu visión del arte que quieres crear; el concepto es de una persona, y aunque la materialización de este concepto en momentos es un trabajo de conjunto, el arquitecto del concepto es el que le da forma y totalidad a la pieza —sea canción, disco o concierto. Omar Rodríguez López estaba convirtiéndose en un dictador cuando estaba al frente de The Mars Volta (TMV), extinta banda que replanteó el rock progresivo durante la década pasada, y fue esto lo que él consideró lo estaba limitando y estancando: «Llegó un momento en el que ya me había aburrido conmigo mismo, en la situación en la que yo me había metido, estar en un grupo durante 10 años donde yo componía todo(…)».[1]
También es cierto que hay agrupaciones de músicos en las que el concepto es producto de un diseño colaborativo. Cada uno de los miembros aporta en igual o menor medida a la creación del arte de la banda. Y aunque no se pueden comparar los dos casos antes expuestos (i.e. las bandas en donde todos colaboran en la creación del arte vs. los proyectos musicales en donde solamente un individuo es responsable de la creación artística) y decir que uno es mejor que otro, sí es adecuado decir que tienen más mérito aquellas agrupaciones en las que todos deponen su ego y pretensiones por el bien común. Éste es el caso de la más reciente banda de Omar Rodríguez López: Bosnian Rainbows; banda que surge ante la disolución de TMV por conflictos irresolubles entre él y Cédric. Ahora bien, Omar se juntó con Teresa Suárez (vocalista y guitarrista de una, a mi gusto, insípida banda de punk), el último baterista de TMV (Deantoni Parks) y Nicci Kasper (quien ya había colaborado con Parks en otros proyectos musicales).
No nos engañemos, esto no es rock progresivo, ni algo parecido
El resultado de este hacinamiento de músicos en un colectivo poco uniforme sería un ejercicio de humanidad para Omar: «(Bosnian Rainbows) en donde todos somos iguales, un proyecto donde yo no voy a ser el único compositor ni voy a ser un líder, sino que es un grupo que está hecho de gente que también son líderes, compositores y productores, y todos somos iguales.«[2]
Apenas el pasado veinticinco de junio este colectivo lanzó al mercado su primer LP, el cual lleva el mismo nombre de la banda. Once canciones que juntas apenas rebasan la marca de los cuarenta y ocho minutos, mismas que solamente pueden ser clasificadas como rock experimental. Considerando que Omar y Deantoni acordaron no utilizar platillos y tambores (tom-toms)[3], así como el hecho de que uno extraña el bajo a través del disco, es acertado aseverar que este álbum es un intento de avant-garde rock. Los sintetizadores van a la par de las tímidas guitarras, mientras que la voz de Teresa nos hace sentir lo atormentada que está su alma. No obstante la estructuración de las canciones es bastante sencilla, y hasta amigable. Y esto es algo que uno nota de inmediato, mientras que en TMV las composiciones eran complicadas y enredosas, aquí uno ve que las emociones se comunican claramente, de manera directa y sin miramientos. Incluso Omar reconoce esto y dice que «todo lo demás en la música es simplemente una consecuencia de lo que está pasando en tu vida». [4] Me queda claro que antes utilizaba mejores drogas y se juntaba con gente más complicada.
No nos engañemos, esto no es rock progresivo, ni algo parecido. Y aunque hay quienes han dicho que sí lo es, [5] no es progresivo, al menos no en un sentido estricto. Esta nueva entrega de Omar (y me refiero en particular a él, ya que su excentricidad, originalidad y creatividad nos habían hecho seguirlo instintivamente como un líder en la escena del rock progresivo) es una muestra de que ahora prefiere colaborar a ser quien le tenga que decir a los demás qué hacer. Hay ciertas canciones que figuran por encima del resto, como Worthless, Turtle Neck, o Red; sin embargo no recomendaría alguna de las canciones de este disco como canciones imprescindibles. Si acaso, destacaría una línea de entre todas las letras del disco: «The more I try to feel the less realistic I become».
[1]. Flores, Alejandro. Me sentía aburrido: Omar Rodríguez López (12 de febrero, 2013). El Economista. Consultado por última vez el 1 de julio, 2013. [2]. Ibídem. [3]. Jackson, Nate. Omar Rodriguez-Lopez Says Bosnian Rainbows Killed His Desire to Be a Musical Dictator (26 de junio, 2013). OCWeekly. Consultado por última vez el 1 de julio, 2013. [4]. Ibídem, p. 1. [5]. Barrantes, Raúl. Lo nuevo de Omar Rodríguez López: Bosnian Rainbows (21 de junio, 2006). Gibson Guitar. Consultado por última vez el 1 de julio, 2013.
Quiero a At the Drive-in 🙁