El pensador francés Henri Lefebre en su monumento del pensamiento humano, titulado ‘Lógica Formal/Lógica Dialéctica‘, desmenuza la historia del razonamiento humano, haciendo especial énfasis en las corrientes del Hegelianismo y del Marxismo; y contextualiza uno de los cuestionamientos más antiguos: la metafísica versus el materialismo. Él escribe: «La cuestión de las relaciones del ser y del pensamiento, de la naturaleza y del espíritu, del objeto y del sujeto del conocimiento, fue siempre la cuestión fundamental de cualquier filosofía.
Se trata de saber cuál de las dos series de términos presentes fue la primordial: el ser o el pensamiento, la naturaleza o el espíritu, la materia o la conciencia.» Si separamos las series mencionadas tenemos que: la serie pensamiento-espíritu-conciencia ha parecido incompatible (en la historia del pensamiento humano) con la serie ser-naturaleza-materia. Sin embargo no podemos disociar una serie de la otra; es decir, la serie pensamiento-espíritu-conciencia sirve de vehículo y fin de la serie ser-naturaleza-materia.
Milan Kundera
La música es la materialización metafísica de los pensamientos, del espíritu y de la conciencia, donde éstos son el vehículo y fin a través de la abstracción de las vibraciones sonoras en el mundo material. Milan Kundera, retórico posmoderno nacido el siglo pasado, elabora todavía más en esta naturaleza metafísica de la música en su novela La Insoportable levedad del ser, y expone: «MÚSICA: para Franz es el arte que más se aproxima a la belleza dionisíaca entendida como embriaguez.
Uno no puede embriagarse fácilmente con una novela o un cuadro, pero puede embriagarse con la novena de Beethoven, con la sonata de Bartok para dos pianos y percusión o con las canciones de los Beatles. Franz no distingue entre la llamada música seria y la música moderna. Esa diferenciación le parece anticuada e hipócrita. Le gusta tanto el rock como Mozart.» Y además añade que: «Para él la música es una liberación: lo libera de la soledad, del encierro, del polvo de las bibliotecas, abre en su cuerpo una puerta por la que su alma entra al mundo para hermanarse.»
[divider_line]Ahora bien, la música hoy en pleno 2013 es también un producto. Un medio material para obtener fines materiales. Y esta condición mercantilista de la música no es algo nuevo, pero sí ha hecho que las posturas en torno a la música sean muy distintas. Una de las posturas más emblemáticas es la que mantiene Thom Yorke —vocalista inglés que lleva varias décadas transformando la manera en la que entendemos la comunicación musical— quien lleva la mayor parte de su carrera musical rebelándose contra la vieja industria (a la que él llama) mainstream (aunque también es cierto que él mismo pone en duda la naturaleza misma del mainstream); no obstante, él nos advierte que: «[…] es todo acerca de cómo cambiamos la manera en la que escuchamos música, es acerca de qué pasa a continuación en términos de tecnología, en términos de cómo la gente habla entre sí acerca de música, y mucho de esto puede ser realmente muy malo».[1]
Foto por Toni François // www.tono.tv
De la misma manera en la que Kundera fue uno de los autores cuya narrativa sirvió de puente entre el modernismo y el posmodernismo, Thom es uno de esos músicos cuyas composiciones y múltiples colaboraciones creativas están mutando el arte de hacer música, así como su distribución y su presentación —es imposible olvidar lo que significó en su momento que pusieran In Rainbows a disposición de sus fans, por medios propios (entiéndase su portal de internet, que alguien hosteó, diseñó, y montó), poniendo a discreción de ellos (los fans) la cantidad de dinero que se debía pagar por tal disco que salió en el 2007.
La noche del ayer, jueves diez de octubre, Thom Yorke se presentó una vez más en México. Ahora lo haría en el Pepsi Center en el segundo concierto en la ciudad con su proyecto: Atoms for Peace, banda que acaba de lanzar al mercado el disco Amok (febrero 2013, XL Recordings).
La notoria importancia que da el juntar las figuras de Flea —bajista que podría competir con Les Claypool— y Thom en un escenario obligó a que se tuviera que abrir una segunda fecha en la capital mexicana luego de un concierto completamente vendido la noche anterior; y estas dos figuras no defraudaron, ni en lo imponentes ni en la espectacularidad particular de cada una. Igual de espectacular la asociación musical entre el vocalista de Radiohead y el productor Nigel Godrich; asociación que busca encontrar la abstracta correlación entre ‘la belleza melódica de los pianos’ y ‘la excentricidad electrónica de los sintetizadores’, así como un sinfín de ritmos, y texturas que fueron acompañadas por un magnífico juego de luces en un impresionante recinto que esta vez no estuvo abarrotado.
Foto por Toni François // www.tono.tv
También es cierto que en esta ocasión la ejecución fue impecable, y aunque tocaron una canción menos (un cóver de Marvin Gaye) con respecto al día anterior el setlist fue una colección de canciones con las que Yorke refrenda su título como uno de los mejores músicos contemporáneos —tanto por su creatividad como por su incansable manera de buscar nuevas maneras de desempeñar este oficio.
Y aunque se podría decir que Yorke ahora compone música electrónica para raves hipsters, lo que trasciende es la inevitabilidad rítmica de su música; y es que para ser justos, el baile es una de las maneras de manifestar en el mundo material la voluntad de nuestra conciencia —se abre en el cuerpo una puerta por la que el alma entre al mundo para hermanarse. El trabjo de Flea en el bajo fue pilar de esta inevitabilidad rítmica, y contribuyó a que la presentación tuviera un ligero aire de concierto rock así como las tímidas guitarras que no fueron constantemente utilizadas por Nigel y Thom.
Es cierto que el rock es de otra década, pero es Atoms for Peace una muestra de que los músicos y las bandas cada vez se adhieren menos a los estándares de cada género y eliminan las barreras y los cánones para simplemente utilizar cada instrumento (sea la voz o las percusiones más exóticas) como un instrumento para crear.
Foto por Toni François // www.tono.tv
Las mejores canciones de la noche fueron para mí Ingenue, Amok, Atoms for Peace y Black Swan, donde las últimas dos fueron parte del segundo encore. Siempre he creído que esta manía de salir escenario para regresar a petición de tu público (ovacionado eufóricamente por éste) es un ejercicio de narcisismo. Hacerlo dos veces es un aberración; hubiera preferido verlos tocar todas estas canciones (que en total duraron casi dos horas).
Pero es esa vorágine de emociones y pasiones que levanta un supergroup como éste lo que más fascina al público. Sin duda, agradecemos que se traigan este tipo de bandas a la capital del país. Con esto queda demostrado que la famosa aversión del vocalista de Radiohead por México era un mito nada más luego de seis conciertos en cinco años. Poco queda del joven que escribió las letras de Creep a finales de los ochenta; ahora sus letras son cada vez más crípticas e indescifrables: (The seeds of the dandelion you blow away/In good time, I hope, I pray/If I’m not there now physically/I’m always before you/Come what may).
[divider_line]Es poco claro cómo vamos a distribuir y consumir la música en los siguientes años. ¿Seguiremos siendo víctimas de intermediarios (disqueras) entre las bandas y su público, o podremos ver una industria en la que el artista no tenga que ceder los derechos de propiedad intelectual sobre su obra y pueda distribuir por sus propios medios este arte liberador?
Las respuestas son poco claras y requieren un análisis más competo. También es poco claro cuáles serán los canales de distribución de la música en el futuro, sólo podemos esperar que la comodidad no arruine la calidad de la experiencia y que las fuentes de creatividad aporten arte sincero y fresco como el que fuimos capaces de presenciar la noche de ayer.
[divider_line] [1] «…it’s all about how we change the way we listen to music, it’s all about what happens next in terms of technology, in terms of how people talk to each other about music, and a lot of it could be really fucking bad.» Stuart Dredge. The Guardian. Thom Yorke calls Spotify ‘the last desperate fart of a dying corpse’. http://www.theguardian.com/technology/2013/oct/07/spotify-thom-yorke-dying-corpse (Consultado el once de octubre del dos mil trece).
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