El pasado 23 de Abril fue el día internacional del libro.
Suena el despertador. Curiosamente no me cuesta levantarme. Siento una emoción especial, sólo comparable a la del día de mi cumpleaños. Pero esta es mejor: hoy festejaré a uno de mis mejores amigos y cómplices, generador de risas y lágrimas: hoy es el día del libro.
Para alguien que no concibe su infancia, su juventud, sus años universitarios, sus desengaños amorosos y su día a día sin el olor a papel y a tinta, esta jornada se carga de actividades, ilusión y grandes experiencias.
El 23 de abril se conmemora el fallecimiento de los máximos exponentes de las letras hispanas y anglosajonas. Aunque en realidad los separan 11 días (azares y desajustes de los calendarios juliano y gregoriano que convivían entonces), Miguel de Cervantes y William Shakespeare quedaban inmortalizados aquel día de 1616. La “forzada” coincidencia hizo que la UNESCO nombrara esta fecha como el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor en 1995, animados por una costumbre catalana practicada desde los años 20, por iniciativa del escritor valenciano Vicente Clavel Andrés.
Desde entonces en este día se habla de libros más que ningún otro.
Yo tengo jornada completa y eso me hace sonreír. Diferentes formas de celebrar, concebir y usar el libro. Y podré asomarme a tres de ellas.
Empiezo en la Delegación Benito Juárez, donde se presenta la 1ª Feria Internacional del libro que tendrá lugar en octubre. Algo politizada, sí, pues las autoridades no quieren desaprovechar la atención que genera esta jornada y lo bien que les hace quedar subirse al tren de los festejos de tan loable, desinteresado, bienintencionado y cultural evento. Pero una nueva feria del libro siempre es buena noticia. Afortunadamente, a alguien se le ocurrió cerrar el acto con la lectura de poemas de Bonifaz Nuño, fallecido el 31 de enero de este año.
[one_fifth][divider_line][/one_fifth] [four_fifth_last][blockquote]El 23 de abril se conmemora el fallecimiento de los máximos exponentes de las letras hispanas y anglosajonas (…) Miguel de Cervantes y William Shakespeare
[/blockquote] [divider_adv topwidth=»0″ bottomwidth=»14″ linecolor=»#ff0048″ ][/four_fifth_last]Mi segunda cita me lleva hasta el Centro Cultural de España en México donde seré parte de la maratón internacional de lectura de El Quijote, acto que mi condición de mexiñola celebra sobremanera.
Primero porque en este espacio afloja mi parte más ibérica (sólo con ver la tortilla de patata y las croquetas de jamón en el menú de la cafetería se me eriza la piel). Segundo, porque leer El Quijote es la tradición más hermosa e inesperada que pueda haber cualquier día: reunirse alrededor de un libro que tiene más de 400 años y pararse a leer un fragmento en voz alta o sentarse a escuchar a alguien hacerlo, me sigue pareciendo un acto encantadoramente humano. Cientos de ciudades en todo el mundo congregan a miles de personas que encuentran en esta actividad comunitaria el mejor homenaje a una acción tan sumamente solitaria; quizá por eso, el Círculo de Bellas Artes de Madrid decidió hace ya 17 años usar las nuevas tecnologías paraunir las voces de 19 países durante 48 horas y hacer de esta lectura una verdadera celebración de nuestro idioma. Mientras espero mi turno, inquieta e ilusionada, pienso que esta fecha representa más que otras (la polémica 12 de octubre, sin ir más lejos), lo que une hoy a casi 500 millones de personas que vieron su historia cruzarse y cambiar hace más de cinco siglos.
Mi día termina en otra ciudad, una que se ha convertido en el centro de las letras hispánicas desde hace ya tiempo, gracias a la mayor y mejor feria en español del mundo (y sí, estoy siendo modesta). Otra lectura en grupo; pero, con permiso de Cervantes, La FIL de Guadalajara elige cada año una obra distinta. A través de su página de Internet, el público decide entre tres títulos que son noticia o protagonistas por alguna razón; en esta ocasión, la más votada es “Orgullo y prejuicio”, de Jane Austen, que en este 2013, festeja su bicentenario.
En pleno centro de la capital tapatía se dieron cita personas de todas las edades que no dudaron en tomar el micrófono y compartir las historias de los Bennet y los Darcy (fue muy divertido oír traducidos los nombres que convertían a Elizabeth en Isabel y a Jane, en Juanita). Como en la mayoría de los lugares, una rosa y un ejemplar esperaban a cada lector al bajarse del estrado.
Quizá sea una romántica, pero escuchar a niños esforzarse para no trabarse, gente mayor que se acerca el libro para alcanzar a ver mejor las letras, jóvenes que de camino a clases o al bar, hacen una parada para leer un párrafo o madres que se sientan junto a sus hijos para inculcarles esta costumbre y verlos reunidos alrededor de un libro me hace confiar en un futuro mejor. Qué sensación.
Ha sido un día intenso, he disfrutado de principio a fin… y aunque la noche jalisciense está deliciosa, decido retirarme a mi habitación.
Y entonces comienza el mejor de los festejos; el que hago a diario y en solitario: me voy a la cama acompañada de un libro, ese que me ayuda a quitarme el día de encima y me prepara para el mundo de los sueños, que empieza en la primera hoja y termina en los brazos de Mofeo.
Gracias, siempre y por todo, gracias, libros. Hasta la próxima página
Felicidades Laurita. Te deseo lo mejor.
Qué buenas letras! Muchas felicidades Laura García Arroyo, Genaro Ochoa y a todo el equipo!
muaaaaaaaaaaaaa
perfecto… un motivo mas para seguir a Laura (y).
Qué linda crónica.
En hora buena por este proyecto. Felicitaciones a Laura García, la incansable.
Qué bien escrito y condensado está, tu maravilloso 23 de abril. Enhorabuena.
Una delicia……..
[…] a Yona Friedman o el trabajo de Yves Klein?, ¿celebraste el Día Internacional del Libro?, ¿has ido a un cineclub?, ¿hace cuánto que no vas al teatro?, ¿te gustaría elaborar tu propio […]