En la primera parte hablamos sobre los antecedentes históricos del vino casero. Ahora entraremos de lleno en su elaboración.
El primer paso es obtener uva de calidad. El supermercado es la opción recurrente, aunque los costos dejan mucho que desear, sobre todo si se toma en cuenta que por cada 50 kilogramos de uva se extraen 30 litros de vino. Una buena opción son las centrales de abasto que existen en cada ciudad y donde se puede negociar un precio hasta 60 veces menor al de los negocios establecidos.
[one_fifth][divider_line][/one_fifth] [four_fifth_last][blockquote]En México, un grupo de ecotecnistas independientes llamado Luzazul imparte periódicamente talleres y asesorías sobre este tema
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Otra opción es la siembra de uva en un invernadero casero. En años recientes algunos especialistas en alternativas ecológicas de Europa y América Latina han logrado producir este fruto dentro de ambientes controlados, incorporando lombrices que nutren la tierra con diversas enzimas. En países como Cuba se han utilizado con éxito estas técnicas entre la población. En México, un grupo de ecotecnistas independientes llamado Luzazul imparte periódicamente talleres y asesorías sobre este tema.
Como todo buen experimento, lo mejor es comenzar en pequeñas cantidades. Con 10 kilos de uva es suficiente para ver los primeros resultados y poder comparar sabores.
Puesto que la sencillez debe ser lo principal, los grandes recipientes de barro pueden ser cambiados por una práctica bandeja de plástico, disponible en cualquier almacén. A falta de barricas de roble, un gran garrafón de agua puede hacer las veces de depósito para este primer laboratorio de coupage.
Se necesita también un colador mediano, con una red lo bastante fina como para atrapar los residuos más pequeños de la uva, llamados escobajo, y que pueden acidificar el vino por añadir un alto grado de taninos durante la fermentación. Como toque final, se requiere de una manguera de plástico, un embudo y un rollo de cinta adhesiva
Una vez conseguidos estos aditamentos, se deben separar las uvas del racimo, evitando que conserven los rabillos y comenzar a molerlas manualmente sobre la bandeja de plástico. Si no deseas que las manos toquen la fruta, puedes recurrir a una bolsa de plástico en la que introduzcas unas cuantas uvas y una vez maceradas vacíes el contenido al traste.
[one_fifth][divider_line][/one_fifth] [four_fifth_last][blockquote]En Francia existía una festividad donde los niños participaban en la molienda de uva durante la llegada de la primavera
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El proceso suele ser un buen ejercicio para los dedos y algunos hasta lo encuentran divertido. En Francia existía una festividad donde los niños participaban en la molienda de uva durante la llegada de la primavera. Se dice que en Italia, a mediados del siglo XV, un aristócrata allegado a los Medici, contrataba bellas doncellas para que realizaran semidesnudas la molienda de las uvas. Cuenta la leyenda que al ser añejado y embotellado, aquel néctar se convertía en el afrodisíaco más poderoso de que se tenga memoria.
Para hacer un vino tinto con buen color, se deberá dejar caer a la vasija del jugo, tanto la cáscara como la pulpa de la uva. Una vez machacados los 10 kilos de fruta, obtendremos entre 4 y 6 litros de néctar. Todo debe reposar durante 72 horas en la bandeja, de preferencia tapada con una tela limpia para evitar insectos y dejar que el líquido respire.
Una vez transcurrido este lapso, es necesario retirar todo el contenido sólido de la bandeja y depositar únicamente el jugo dentro del garrafón. Para esto usaremos el colador y el embudo.
Como toque final, para que los gases que se producirán durante la fermentación tengan una salida, se coloca la manguera en la boca del garrafón y se fija rodeándola varias veces con la cinta adhesiva.
El garrafón con nuestro vino en proceso deberá guardarse, de preferencia en una alacena cerrada, durante 30 días. Para los tintos se recomienda que la temperatura ambiente no sobrepase los 30 grados.
Si se siguen estos pasos a conciencia, el resultado será un vino con una graduación alcohólica de entre 13 y 16 grados. Pero lo más importante, es que su sabor nos remontará directamente con nuestros ancestros, pues el proceso, salvo por la modernidad de los utensilios de plástico, es lo más parecido a la tradición practicada por siglos, salvo por las danzas dionisiacas a dios Vaco a la luz de la luna.
[one_fifth][divider_line][/one_fifth] [four_fifth_last][blockquote]ha surgido en los años recientes un fuerte movimiento de wine house, en el que participan artesanos que fabrican con roble pequeñas barricas fermentadoras que ponen a la venta en los mercados de pulgas
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En pocas palabras, habremos elaborado un vino saludable y con un sabor interesante, alejado de la producción masiva, a menudo adulterada con sustancias como el anhídrido sulfuroso, la bentonita o la albúmina.
En países como Suecia, donde la venta al consumidor de cualquier producto con alcohol se regula por el estado a través de tiendas controladas, ha surgido en los años recientes un fuerte movimiento de wine house, en el que participan artesanos que fabrican con roble pequeñas barricas fermentadoras que ponen a la venta en los mercados de pulgas.
En la tercera y última parte, hablaremos sobre el embotellamiento y todo lo que implica.
[…] la segunda parte hablaremos de cómo elaborar el vino casero paso por […]
[…] parte de este artículo hablamos sobre los antecedentes históricos del vino de garage. En la segunda parte hablamos sobre los procesos de elaboración, el siguiente paso es el embotellado. Por una módica […]
Gracias, vamos a probar.