Hoy, 10 de julio de 2013, Sixto Rodríguez cumple 71 años. Y lo está celebrando en Barcelona, donde acaba de dar otro inesperado concierto.
Su historia supera los límites del entendimiento. Conocerla nos devuelve un pedacito de humanidad.
A estas alturas es difícil no haber oído hablar de él. Ya sea porque acudiste al cine en busca de nuevas sensaciones, te dejaste llevar por la decisión de los académicos hollywoodenses o porque los pesados de tus amigos no pararon de decirte que no te la podías perder, lo cierto es que “Searching for Sugar Man” ya se ha convertido en el acontecimiento cinematográfico del año.
El relato es sencillo y, a la vez, inverosímil.
En 1942 nace en Detroit el sexto (de ahí su nombre) de los hijos de la modesta familia Díaz Rodríguez, de origen mexicano. Guitarra en mano, encuentra en la música un medio para expresar sus sentimientos y compartir su visión de un mundo caracterizado por la injusticia, la desigualdad y la miseria. Empieza a tocar en bares pequeños, por el mero placer de sentir la música, hasta que alguien se fija en él y se muestra interesado en aventurarse a grabar un disco. En 1970 sale “Cold Fact” y, al año siguiente, lo acompaña “Coming from reality”; 22 canciones desgarradoras, llenas de talento y con una fuerza y una calidad que vaticinan un éxito garantizado. Pero no sucede. Las seis copias vendidas en Estados Unidos hacen que el futuro prometedor se quede en sueño guajiro. Nadie se explica cómo no se ha convertido en el nuevo Dylan. Rodríguez vuelve a lo suyo: sigue trabajando en la construcción, se casa, tiene tres hijas y continúa desahogando su desconsuelo en las cuerdas de su guitarra.

Pero mientras otro proyecto frustrado se archiva, un disco vuela en la maleta de una muchacha que se dirige a Sudáfrica para visitar a unos amigos. Esa única y aparentemente discreta copia hace girar a todo un país que convierte varios de esos temas en himnos nacionales de un pueblo azotado por el apartheid y las diferencias sociales.
Nadie sabe quién es el autor de aquellas melodías. Su personaje se transmuta en una leyenda cargada de versiones y rumores –a cual más fantasioso- sobre su paradero y su verdadera identidad. Su nombre se desvanece para dejar paso a su música, transformada ya en portavoz de su pensamiento.
Craig Strydom
Años más tarde, los musicógrafos Craig Strydom y Stephen Sugerman, atraídos por el misterio que rodeaba a esta figura se dan a la tarea de reconstruir una biografía llena de vacíos, incógnitas y dudas. Pero internet ya había aparecido y una cadena de felices coincidencias (propias de novela de ficción) permiten atar hilos hasta llegar a la verdad.
Lo que pasa después es lo suficientemente fascinante e insólito como para que el director sueco Malik Bendjelloul lo convierta en un documental que vería la luz en 2012 (tras conocer la historia en un viaje que realiza por África en 2006, en el que conoce a Sugerman). Distribuido en festivales y mercados pequeños, esta joya cinematográfica posee tal riqueza que se vuelve un fenómeno mundial en poco tiempo. Por si los hechos no bastaran para atrapar al espectador, la cinta tiene la capacidad de maravillar con una manufactura perfecta: un ritmo envolvente, una fotografía deliciosa y una banda sonora que supone la única forma de escuchar al genial Rodríguez. Durante 86 minutos uno permanece clavado en la butaca, contiene la respiración, traga saliva y se emociona mientras se debate entre la esperanza, la sorpresa y la ansiedad por conocer el desenlace. El público termina la función enamorado de ese ser surgido quizá del deseo de que una persona como él pueda existir, seducido por su manera de actuar y convencido de que solo alguien así haya terminado de la forma en que lo hizo.
Malik Bendjelloul / Director de Searching for Sugar Man
No conozco a nadie que no salga tocado, hipnotizado y contagiado de esperanza y ternura de la sala del cine. Porque esta película hay que verla a oscuras, en pantalla grande y en la complicidad que otorga un auditorio lleno de gente que suspira, sonríe y llora al unísono. “Searching for Sugar Man” ha regresado al cine su esencia: el poder disfrutar de una experiencia más allá de una secuencia de imágenes, la resurrección de una convicción a partir de la resurrección de un ser humano.
¿El resultado? Una leyenda hecha película y un personaje cinematográfico convertido en héroe. A la vista está el cambio: hace un par de años si tecleabas “Sixto Rodríguez” en Google no aparecía ningún resultado, hoy encontramos más de 4 millones; las aplicaciones grooveshark o spotify no dan abasto en la reproducción de sus canciones, una discografía que hace unos meses era imposible de encontrar; sus discos se han relanzado y se venden por miles, y su nombre encabeza los carteles de las salas de conciertos. El último, anoche, en Barcelona, donde la concurrencia se entregaba al mito mientras coreaba sus letras. La calidad ya no es la misma, pero encontrar a Sugar Man después de una búsqueda que trasciende la lógica permite creer que todo es posible. Y eso, eso es una historia que merece un final feliz. Parece que en el caso de Sixto, este final es apenas el comienzo…
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