Exposición: Stanley Kubrick
Hasta el 30 de junio de 2013
Art of the Americas Building
5905 Wilshire Blvd.
Los Angeles, CA 90036
Miércoles, cerrado
Los Ángeles le rinde homenaje a este maestro que inmortalizó su peculiar modo de ver el mundo en cada una de sus obras.
Una exposición que te pondrá directamente “detrás de las cámaras”.
Pueden decir lo que quieran, pero Los Ángeles es una ciudad interesantísima y llena de atractivos de todo tipo.
Asimilado lo ecléctico, lo kitsch, las dimensiones XXL y los inconvenientes de toda gran urbe (el tráfico y la dependencia del coche, principalmente), y habiendo repasado todos los estereotipos de rigor, uno empieza a descubrir un lugar que no deja indiferente a ninguno de los sentidos.
Cumplido el compromiso laboral que me llevó a la feria del libro en español, quise alargar un poco mi estancia y detenerme en esos pequeños detalles que hacen de un viaje una experiencia única e inolvidable. En esta ocasión, ese momento lo logró la visita al Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, donde estos días se puede disfrutar de una genial exposición sobre el cineasta Stanley Kubrick. Y sobre ella les quiero hablar.
Más conocido por sus siglas, el LACMA es el museo más grande de la costa oeste de Estados Unidos, ubicado en el Bulevar Wilshire, dentro de la emblemática zona de Miracle Mile, donde se concentran otros museos destacados. Sus siete edificios son formidables pero yo me fui derecho al de “Art of the Americas”, para disfrutar de la vida y obra del neoyorquino, por muchos considerado un genio.
El acierto y gran tesoro de esta muestra, a mi parecer, es la presentación de una persona de carne y hueso a través de su trabajo, donde fue dejando huella de su excéntrica personalidad y extraordinario talento.
Stanley Kubrick en la grabación de 2001: A Space Oddysey
Dividida por películas, las salas exhiben todo tipo de objetos relacionados con cada filmación, logrando hacernos partícipes de ellas y sumergirnos en lo que pudo ser ese proceso cinematográfico al que a uno le hubiera gustado asomarse.
Estrenó trece títulos, algunos tan legendarios como “Lolita”, “Espartaco”, “La naranja mecánica”, “La chaqueta metálica”, “El resplandor”, “2001: odisea en el espacio” o “Barry Lyndon”, auténticas referencias para cinéfilos y amantes de la gran pantalla, que catapultaron a actores como Kirk Douglas, Sue Lyon, Jack Nicholson, Malcolm McDowell o Ryan O’Neal, por solo mencionar a algunos. Kubrick también cuidó el vestuario, los efectos especiales, la música y la adaptación de los guiones en los que se basaba cada historia (muy pocos son originales), por lo que salir en los créditos de sus películas era garantizarse un buen currículum.
Uno a uno se van recorriendo estos imaginarios sets y se encuentra con asombrosas reliquias que hacen florecer la nostalgia y la admiración, a partes iguales.
Me llamaron particularmente la atención su colección de filtros y objetivos fotográficos, la silla de director que lo acompañaba en cada grabación o los lentes redondos con los que se le identificó hasta su muerte. Uno puede adentrarse en la reproducción del bar lácteo Korova de “La naranja mecánica”, observar el modelo del Discovery 1 que gobernaba la famosa computadora HAL9000 en “2001…” (en cuya construcción también intervino la NASA) o examinar con minuciosidad los vestidos de las gemelas Lisa y Louise Burns de “El resplandor”. Yo me emocioné con los guiones corregidos y llenos de apuntes de “Espartaco” y con la colección de cartas intercambiadas con actores y productores; por ejemplo, la que le escribió Sue Lyon (la protagonista de “Lolita”), muchos años después de estrenarse la película y de haberse retirado de los reflectores, las cartas de asociaciones religiosas protestando enérgicamente sobre el contenido y moralidad de dicha cinta o la que le envió Audrey Hepburn en 1968 para explicarle los motivos por los que había decidido rechazar participar en “Napoleón” (proyecto que finalmente se canceló por sus exorbitantes presupuestos y que Spielberg rescatará como miniserie, según anunció recientemente). Curiosas también las claquetas de algunos largometrajes en un variopinto conjunto de estilos, fechas y diseños.

Mención especial merece el apartado que reúne su trabajo fotográfico, punto de arranque artístico y laboral de Kubrick, en el que ya dejaba entrever su afinada destreza para reflejar un momento, una historia. La instantánea que tomó a los 16 años el día que el presidente Roosevelt murió, le hizo ganarse la atención de los medios y un puesto de trabajo como reportero gráfico en la revista Look, donde publicaría cerca de 900 fotografías entre 1945 y 1951. En sus inicios tras las cámaras, también descubrimos su interés por la violencia, el poder, la ciencia y su afición por el ajedrez, el boxeo y los caballos, tan presentes en sus primeras creaciones.
Todo, absolutamente todo, merece la pena y te hace esbozar una sonrisa y un gesto de asombro. No hay que llevar prisa, hay que dejarse invitar por las sensaciones que te provoca. Un último consejo: no dejen de entrar en la tienda del museo; si quieren conseguir sus películas, libros sobre su vida, documentales sobre sus trabajos y la mercadotecnia habitual, este es un buen sitio para llevarse un cachito de esta fantástica vivencia.
Foto // Ed Wang de Unreaded Blog
Como la recomendación de visitar la exposición puede resultar algo pretenciosa, me limitaré a sugerirles acercarse a la filmografía de este creador, como homenaje para quien nos dejó con los ojos bien abiertos.
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