Un fósforo es detenido en posición vertical. Se prepara para ser encendido. Una mano es su motor, su impulso sobre la lija que al roce con su cabeza detonará la inevitable combustión. Frugal transitar entre la luz y la oscuridad. Entre la fugacidad y la perdurabilidad.
La cerilla y su portador son acto en potencia. Proceder que acontece lentamente y por el cual surgirá la vida.
Ahora mismo se han movido, de izquierda a derecha, como un avión que prepara el despegue apretando su paso. El presente va dejando huella y testimonio de la extinción persistente que le caracteriza. El fosforo se pierde de vista como el silencio antes de la palabra, da cuenta de su perecedera naturaleza, de su capacidad de crear vida. De arrebatarla.
Se transforma, arde hasta consumirse ante el impasible mutismo de aquellos que le contemplan. Cambia de forma, ilumina el espacio en su reaparición.
Ono intenta encontrar lo estético en actos que pueden parecer tan triviales como el accionar la licuadora o encender una cerilla
El video One, realizado en 1965 por la artista japonesa Yoko Ono (Tokio 1933), nos muestra justo este instante de aparente atemporalidad. Un momento de reflexión (zen), manado desde lo cotidiano.
Elaborado como parte de una serie de cortos cinematográficos nacidos en el seno del movimiento artístico fluxus, corriente surgida en 1962 con el artista lituano-americano George Maciunas a la cabeza; Ono intenta encontrar lo estético en actos que pueden parecer tan triviales como el accionar la licuadora o encender una cerilla.
Es importante considerar que, tal como lo afirma Simón Marchán Fiz[1], en fluxus se alude a la vivencia de acontecimientos que transcurren de modo improvisado. Sus objetivos no son estéticos sino sociales, buscando la eliminación progresiva de las bellas artes.
Fluxus será entonces, una forma de anti-arte que se alza contra la práctica profesional del quehacer artístico, sus instituciones, así como, la valoración y legitimación de las obras; con miras a la transmutación de éstas en producción mercantil. La separación artificial entre productores y espectadores, entre el arte y la vida.
Ahora toda acción es contingentemente arte. Cualquier objeto es susceptible de ser trasformado desde la mirada, desde la propia interacción. Desacralización del ejercicio artístico institucional. Certificación y negación estética.
Abrir el grifo del agua, barrer las hojas que caen en invierno, servir el té caliente mientras el inquieto vapor escapa por la boca de la taza, pueden ser experiencias tan poéticas como abordar un camión, acomodar latas en una tienda de abarrotes o encender un fósforo en una habitación oscura. Hagamos la prueba. Entremos al juego del fluir.
http://youtu.be/gHxi-HSgNPc
quién necesita una phantom camera? (U_U)