Net.art: Virtualidad y ausencia

Virtual-World

Transformación de las prácticas artísticas en la era de la imagen global.

Desde su aparición, la tecnología electrónica ha introducido la posibilidad de acumular y transmitir información. Suceso mediante el cual, las denominadas tecnologías high-tech en conjunción con el fenómeno artístico, comenzarán a constituir uno de los signos más notables de esta nueva revolución antropológica. La desobjetualización del arte y la aparición de nuevas formas de materialidad[1] como punto de partida para la diversificación y creación de soportes y espacios de representación.

La ilimitada accesibilidad informativa es tan común en la actualidad, que parece ordinario el hecho de conocer y presenciar a través de un aparato receptor, sucesos ocurridos simultáneamente en diversas partes del mundo. Todo esto se muestra tan cotidiano ante la impávida mirada de una sociedad mediatizada que, bajo el influjo de los sorprendentes alcances tecnológicos, configura su noción de realidad hacia una nueva edificación de lo vívido.

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La ciencia y la tecnología juegan un papel fundamental en el secuestro de la experiencia

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Sobre lo anterior, Anthony Giddens[2] afirma que la ciencia y la tecnología juegan un papel fundamental en el denominado secuestro de la experiencia. Entendido como la fugaz relación entre los individuos y las situaciones en sí mismas. De esta forma, el acceso al conocimiento de la realidad no parte desde su percepción fenomenológica, sino como resultado de diferencias producidas en la práctica diaria. Las rutinas que siguen los sujetos en los contextos de la cotidianidad, hacen de la vida algo normal y predecible[3].

Así, la incógnita planteada hacia el consumismo y el mundo del trabajo, no es sólo el abstracto cuestionamiento del repartimiento de los bienes materiales, sino y sobre todo la pregunta sobre la pobreza de experiencia[4]. Ejercicio reflexivo que replantea el quehacer artístico y lo lleva al plano de lo cotidiano.

El modelo «artístico» neoliberal.

En su texto El tercer Umbral, José Luis Brea esboza una transformación de las prácticas artísticas con base en el modelo económico neoliberalista. Teniendo precisamente en el capital, su modo de organización y relación entre los sistemas de producción y regulación de la vida de los afectos.

La adquisición de este poder por parte de la mercancía coincide con la decadencia de las grandes máquinas productoras de identidad (el estado, la religión, la familia, etc.)[5]. Estableciéndose así, un nuevo sistema de ordenamiento social fundado en la creación de necesidades. Fruto de las prácticas de intercambio.

Al igual que la publicidad, la mediatización de las empresas culturales apuesta por este nuevo mercado de ideas que propone una redefinición del quehacer artístico. Surgiendo así, un nuevo modo de trabajo y con éste el surgimiento del know worker, como reemplazo del artista y cuyo sentido no es ya responder a las necesidades materiales básicas, sino satisfacer nuestras expectativas de emoción y sentido, de concepto y afecto[6].

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Las prácticas artísticas tenderán cada vez más a difundirse bajo economías de distribución, favoreciendo el derecho de acceso y disponibilidad a la información

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Con  base en lo anterior, Gianni Vattimo[7] plantea la posibilidad de un ocaso del arte. Significando el fin de éste como hecho específico, único e irrepetible, y separándolo del resto de la experiencia en una existencia rescatada y reintegrada. La estetización como extensión del dominio de los medios de comunicación de masas.

Ante esto, Benjamin[8] afirma que al multiplicar sus reproducciones, la obra de arte, pone su presencia masiva en el lugar de una presencia irrepetible.

Confiriéndole actualidad a lo reproducido y permitiéndole salir, al encuentro de cada destinatario.

De esta manera, mientras más se acentúe el carácter inmaterial de este nuevo modo de producción, las prácticas artísticas tenderán cada vez más a difundirse bajo economías de distribución, favoreciendo el derecho de acceso y disponibilidad a la información[9] y anulando así el excesivo intercambio objetual que fomentaba la cultura posesionista de la primera mitad del siglo XX.

Así, el horizonte de nuestras posibilidades perceptivas se amplia enormemente. No obstante, se corre el riesgo de un debilitamiento progresivo de la memoria, individual y colectiva[10].

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El público se ha reorganizado hacia la búsqueda de expectación simultánea

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Con la irrupción de los modos técnicos, e incluso electrónicos, en la producción de la obra de arte, la unida ontológica esta en declive frente a los productos en serie. Todo se ha globalizado o masificado. El público se ha reorganizado hacia la búsqueda de expectación simultánea. Sin embargo, debido a la gran cantidad de conocimiento que se adquiere a diario, la percepción retentiva del espectador se ha imposibilitado, convirtiéndose en una realidad distraída en donde lo principal es el espectáculo controlado por las industrias de la subjetividad y causantes del fenómeno de expropiación y distanciamiento de la experiencia.

El ejemplo más claro de esto lo podemos encontrar en el net.art, disciplina únicamente organizable bajo arquitecturas red pertenecientes a economías de distribución. Reflejando así un tiempo por venir, es decir, la forma que adoptará la cultura en el futuro.

“Lo que viene no será ya más una cultura de archivo. Sino, y acaso, una de acontecimiento, una cultura tiempo. Donde la antigua se efectuaba como cultura ROM, y la venidera como cultura RAM, memoria de proceso y no ya, más, de lectura, de recuerdo y recuperación, de archivo.”[11]

what:you;get / truism

Partiendo de lo anterior, me parece pertinente realizar un breve análisis sobre dos propuestas de arte de la red, con el fin de reflexionar más activamente lo antes propuesto. La primera es what:you:get, obra virtual de Roberto Aguirrezabala que se encuentra en el sitio del grupo Aleph. Página donde el espectador se entromete en el buzón de correo de dos personas que mantienen una relación vía chat. Después de acceder a varios correos se ingresa a una encuesta mediante un link ubicado como parte del texto de uno de los mensajes contenidos en la cuenta. Una vez concluido el cuestionario, queda uno registrado en una red de citas donde uno puede acceder a una cuenta virtual y buscar contacto con diversas personas.

La obra de Aguirrezabala configura la identidad del usuario durante la acción de revisar los mensajes instantáneos e ir reconstruyendo la historia de los personajes principales. En tono un tanto irónico, el artista parece decir al espectador que, su inocente recorrido en la obra ha quedado registrado y, esa información (aparentemente confidencial) es susceptible de ser leía por todos aquellos que visiten y se registren en what:you:get. Obra desmaterializada que es de todos y al mismo tiempo de nadie. Hecho que explica porque el net.art es un arte del no-autor, pues el espectador se convierte en usuario construyendo su propia experiencia y mediante ésta la de los demás.

“El receptor que quiera obtener identidad por la mera contemplación del autoinvestimiento del genio se verá aquí, impenitentemente defraudado […] En el ámbito de la red, no hay adquisición de identidad sin participación.”[12]

A propósito de lo anterior, podemos hacer la propuesta artística denominada TRUISM ubicada en el sitio de adaweb, donde se invita a los distintos usuarios a cambiar las diferentes frases/creencias así como proponer y/o desaparecer las mismas.

Net.art

El net.art es un trabajo inmaterializado que atenta contra el comercio mercantil y da paso al libre mercado. Éste basa su estructura en la segmentación de la comunidad, sean células o esporas, como medio de resistencia. Crea escenarios micropolíticos al interconectar estas unidades de trabajo, como agrupar a los usuarios en un mismo punto, por supuesto nunca olvidando que todo esto es virtual desde el punto de vista técnico. Al politizar la utilización de Internet es posible producir esferas públicas, instrumentar la mediación que posibilite el encuentro ciudadano”.[13] Como una democracia, los usuarios de la obra de Aguirrezabala eligen su historia para terminar escogiendo entre varios prospectos una posible pareja virtual.

Así pues, el arte contemporáneo y específicamente el net.art es el registro de lo imaginario, de la producción simbólica y el trabajo inmaterializado que se opone a las mega industrias de la subjetivación que invierten en la identidad generalizada, o mejor dicho masificada e indiferenciada, creando la ilusión de poseer una propia, definida por medio de la cultura, el entretenimiento y básicamente por las elecciones que hacemos en la vida cotidiana.

[divider_line] [1] Ver José Jiménez, Teoría del Arte, , Madrid, Técnos 2002, pp. 219 y 220

[2] Ver Anthony Giddens, “Modernidad y Autoidentidad” en Las Consecuencias perversas de la modernidad, Anthropos, Barcelona, 2001

[3] Ibidem, Pág. 51 y 57

[4] José Luis Brea, El tercer umbral, CENDEAC, Murcia, 2004, Pág. 11

[5] Ibidem, Pág. 14

[6] Ibidem, Pág. 15

[7] Ver Gianni Vattimo, El fin de la modernidad: Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Gedisa, Barcelona, 1986, pp. 49-59

[8] Ver Walter Benjamín, “La obra de arte en la época de su reproducibilidad técnica” en Discursos interrumpidos I, Taurus, Buenos Aires, 1989

[9] José Luis Brea, op. cit, Pág. 17 

[10] José Jiménez, Teoría del arte, Técnos, Madrid, 2002, Pág. 219 y 212

[11] José Luis Brea, op. cit, Pág 53

[12] Ibidem, Pág. 58

[13] Brea, José Luis, Op. Cit., p. 75.




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