Alejandra Laviada: Introspección destructiva

Pared

Introspección destructiva o la búsqueda por la abstracción objeto espacial.

Usos y desusos del paisaje urbano en la obra de Alejandra Laviada.

¿Qué papel juegan las apariencias en una sociedad que ha desplazado al desuso aquello que considera obsoleto? ¿Será que dicha inutilización es sólo un síntoma de la creciente alienación tecnológica y publicitaria que vivimos hoy en día? Ambas respuestas parecen obvias; sin embargo, no se limitan solamente al confinamiento, al olvido utilitario. Sino que, establecen un dialogo abierto desde su omisa condición como exiliadas.

Actualmente  nos encontramos inmersos en una cultura del desecho que confina a la basura cualquier objeto apreciado como caduco. Esto a primera vista parece normal. Parte de un ciclo que consume productos y necesidades totalmente desechables. Fast food, throwaway fashion, disposable housing, fast living. No obstante ¿en qué radica la naturaleza utilitaria de los objetos? ¿Es que acaso pierden su naturaleza servil al ser depreciados por la sociedad mercantilista?

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¿A quién pertenece el cadáver de un cuerpo urbano? A su osado escrutiñador. Personaje que explora entre los desechos de una sociedad sin memoria a corto plazo

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En México, es claro que no. Pues, la vasta cultura del desecho nutre los bolsillos y bolsones de miles de pepenadores que, dedicados a buscar en el desperdicio una fuente irrebatible de ingresos, rescatan los objetos expulsados del aparato comercial que establece los usos y costumbres del pensar, hablar, vestir y por supuesto comprar.

Pero, ¿Qué criterios podemos utilizar, respecto a lo anterior, cuando hablamos de espacios habitables? ¿Son estos realmente desechables? Y, de ser así, ¿A dónde van a parar los restos de aquellos lugares despoblados? La respuesta inmediata es: al olvido.

En este sentido, resulta irónica la dicotomía establecida entre la persistencia y el vacío. Entre la imborrable rememoración de un destructivo temblor y el súbito abandono evocativo de los edificios que resultaron dañados por el movimiento telúrico. Inmuebles que ahora son sólo fachadas de un pueblo fantasma. Rostro aparente que, como en un western norteamericano, sólo dejan ver la superficie sin translucir su contenido, el interior.

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Una reflexión en torno a este fenómeno puede apreciarse claramente en la obra de Alejandra Laviada (Ciudad de México, 1980), quien propone el redescubrimiento y valoración de objetos y lugares hacinados en la amnesia colectiva. En la devaluación del lugar común al que pertenecían.

Desde esta perspectiva, la obra de Laviada se encuentra atraída por otra relación ambivalente, el ciclo urbano de decaimiento y renacimiento característico de nuestra ciudad.

Un ejemplo de lo anterior es fácilmente reconocible en la serie Agujeros (2007 – 2010), representada por una colección de fotografías que retratan superficies, aparentemente paredes, agujeradas por la propia artista. Dichas imágenes muestran el contraste entre lo visiblemente nuevo y lo corrompido, entre lo edificado y lo destruido. Disparidad que se halla muy bien acentuada en la oposición cromática que se aprecia en las placas.

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Laviada propone un enfrentamiento entre el vacío de los edificios y la intervención de su transitoria habitante

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Este juego de opuestos, cuyos límites se encuentran marcados en su espacio-temporalidad, sirve como eje central del discurso de Laviada; quien, haciendo una abstracción de las formas y los contenidos arquitectónico antropológicos, propone un enfrentamiento entre el vacío de los edificios y la intervención de su transitoria habitante.

¿A quién pertenece el cadáver de un cuerpo urbano? A su osado escrutiñador. Personaje que, al igual que el pepenador, explora entre los desechos de una sociedad sin memoria a corto plazo. Y hago hincapié en lo último, pues si el inmueble formara parte de una época y estilo definidos protegidos bajo el apelativo de patrimonio, contaría con un considerable número de reflectores que lo salvaría de su irrevocable relegación.

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¿Puede ser esto una metáfora social que nos invite a replantear las relaciones sociales imperantes en nuestro, cada vez mas polarizado, acontecer diario? Es difícil responder categóricamente a dicho planteamiento. Sin embargo, podemos asumir el riesgo sin titubeos. Empiece la discusión.




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